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¿Quién mató a Emilia?

Seguramente la respuesta que viene inmediatamente, es culpar a las personas detenidas por la policía, pero si pensamos un poco más allá… nos daremos cuenta que este es un hecho típico de VIOLENCIA INTERGENERACIONAL, la violencia intergeneracional son las acciones que hacen daño a otra persona de una generación distinta, por ejemplo, el daño que provoca el adulto respecto de una niña o un niño, es una típico caso de violencia intergeneracional.

La violencia intergeneracional se manifiesta a través del abuso de unas condiciones superiores en los aspectos físicos, psicológicos, emocionales de un individuo que las utiliza para dominar, manipular, someter, subyugar a otro que no tiene el nivel de desarrollo de sus condiciones. Por ejemplo, el adulto respecto a una niña o niño, es grande en tamaño, es convincente en su lenguaje, tiene mayor fuerza física, produce y posee bienes que lo dan valor social; ello convierte al niño, en un ser de fácil dominación y por eso es muy posible abusarlo de las más diversas maneras.

En el caso de Emilia, la violencia intergeneracional se manifiesta muy claramente, quienes la secuestran son adultos, además varios adultos, todos con mayores capacidades físicas y psicológicas, utilizaron la fuerza para lograr con objetivos nefastos y dañinos, llegando a lo peor que es quitarle la vida.

Ante este aberrante hecho, cabe preguntarnos qué hay detrás, debajo, que hay en el contexto social que esté mostrándonos este tipo de violencia, pues en los últimos tiempos se han destapado múltiples casos de violencia intergeneracional como lo son todos los casos de abuso sexual a niños y niñas en el sistema educativo.

Claro uno podría plantearse, que la total responsabilidad recae en los victimarios, personas con trastornos mentales que le mueven a cometer actos de tamaña crueldad y abuso. O pensar que debieron existir mayores cuidados y seguridades de parte de las instituciones educativas para precautelar la seguridad de las niñas y niños. O creer que las familias debieron haber tenido más cuidados que les permitieran precautelar la vida e integridad de sus hijas e hijos.

Seguramente, todas estas reflexiones son ciertas pero convendría plantearse también, que la sociedad no es ese entorno protector para niñas y niños y debería convertirse en un contexto protector capaz de cuidarlos como su bien más preciado.

Que todas las instancias de la sociedad, desde la familia, los medios de comunicación, las instituciones, los servicios, usted y yo, deberíamos hacer cambios en nuestras vidas, en las formas de relacionarnos con los demás que aporte a la construcción de nuevos patrones socio-culturales de convivencia.

Para iniciar debemos reconocer que la forma como nos relacionamos con los demás, se basa en relaciones jerárquicas de poder, siempre hay alguien que tiene más poder que los otros, por ser mayor, por ser más grande, más fuerte, más experimentado y así mil “más”, que denotan que este individuo que tiene esos “más” puede hacer cosas por encima de los deseos y necesidades de los demás.

El hecho de que un individuo que tiene muchos “más” que otro, pueda irse por encima del que tiene menos “más”, se demuestra desde pequeños actos de irrespeto y desvaloración, como obligar a aceptar que el helado sea de chocolate y no de mora, no escuchar lo que dice, creer que no tiene importancia su opinión; hasta grandes abusos, como las violaciones sexuales y asesinatos.

En ambos casos, la matriz de origen es la misma, considerar que el otro debe hacer lo que el individuo con poder quiere, pese a que el individuo sin poder no quiera y por tanto hacer lo que sea para conseguir lo que desea.

Pero como se logra esta concepción de que hay algunas condiciones que nos permiten disponer y decidir sobre los demás, aquí algunas ideas:

La estructura jerárquica con que se organizan las familias, los trabajos, la sociedad.

Esa estructura jerárquica legitima que hay ciertas condiciones de algunos individuos que posibilitan dominen a los otros que no poseen esas condiciones.

Esas condiciones crean personas de primera y de segunda clase, unas con mayor valor que otras.

El que algunas personas tengan menor valía y estima social, las convierte en blanco fácil de discriminaciones, exclusiones y maltratos.

El que haya algunas personas que tengan mayor valía las convierten en las que discriminan, excluyen y maltratan.

Por tanto, las relaciones entre estos dos tipos de personas, son relaciones injustas, groseras, irrespetuosas, desvalorizantes e invisibilizadoras.

Este tipo de relaciones explicadas así a nivel personal, se masifican reproduciéndose a nivel social, difundiéndose a través de los medios de comunicación, introduciéndose en nuestras conciencias y reproduciéndose en nuestros actos, generando así culturas basadas en el abuso de poder y la inequidad, en las que este tipo de actos crueles y degradantes son parte de la cotidianidad.

No es posible, seguir reproduciendo este tipo de sociedades, necesitamos tal como lo plantea el enfoque de igualdad y no discriminación intergeneracional, apostar por un “relacionamiento solidario, reconocimiento y mutua valoración entre generaciones que conviven en un mismo espacio y tiempo.”[1]

Realizado por: Irina Tamara Briones Rivera
Especialista en Protección de Derechos CNII

[1] CNII, 2015. El enfoque de igualdad y no discriminación generacional e intergeneracional. 2015. Consejo nacional para la igualdad intergeneracional CNII. Ecuador.